Nos referimos a los ábacos ( Soroban), los dispositivos para realizar operaciones aritméticas sencillas. Un ejemplo de ello es un tipo de aritmética mental practicada en Japón. Los estudios basados en la resonancia magnética funcional (IRMf) también comenzaron a mostrar evidencia de la utilidad de la realidad virtual para aliviar el dolor.ĭe hecho, los ejercicios mentales de cualquier tipo, no sólo los apoyados por este tipo de videojuegos, pueden llegar a tener un efecto considerable en la actividad cerebral. En cambio y como contraposición, al jugar todos los días con los juegos de una Nintendo 64 no fue así.ĭicho de otra forma, SnowWorld debía su eficacia no sólo a ser una distracción del dolor, sino a convencer al cerebro de que cualquier calor que sentía por estar quemado estaba siendo anulado por el frío sugerido por el entorno virtual. En esos casos los pacientes solían tener un dolor en sus quemaduras y una preocupación sustancialmente menor si habían jugado a SnowWorld. ❼ómo? Para ello colaboraron en un juego de realidad virtual llamado SnowWorld en el que el jugador utiliza un auricular y un mando para explorar los glaciares y las cuevas heladas llenas de muñecos de nieve, pingüinos o bolas de nieve.Įl resultado fue más que satisfactorio, especialmente durante el cuidado de las heridas (por ejemplo cuando se reemplazan los vendajes). La novedad en el trabajo de los investigadores fue que los pacientes experimentaron mucho menos dolor de sus quemaduras si se imaginaban que estaban fríos. Los investigadores sabían que las víctimas de quemaduras suelen tener flashbacks sobre las escenas de sus accidentes, y esto intensifica su sensación de malestar. Por ejemplo el dolor es particularmente susceptible al efecto placebo, que depende simplemente de la expectativa de que un tratamiento particular funcione. El dolor es una respuesta neurológica muy sensible a los factores psicológicos. ¿Qué hicieron? Básicamente se han centrado en tratar el dolor insoportable de las víctimas de quemaduras severas. Sin embargo, puesto que todo lo que experimentamos tiene mucho que ver con el cerebro, el rango de las aplicaciones potenciales de la TRV es mucho más amplio que esto.Įl uso de la TRV salió de la Universidad de Washington, espacio donde los investigadores Hunter Hoffman, David Patterson, y Sam Sharar se han dedicado a trabajar con ella desde 1996. Hablamos de lo que se denomina como terapia de realidad virtual (TRV), una fórmula dirigida a las condiciones neuropsicológicas tales como fobias y trastorno de estrés postraumático. Es curioso, porque hasta hace muy poco casi ningún hogar tenía algún tipo de realidad inmersiva o máquinas de realidad virtual.Įn cambio, la tecnología y sus dispositivos se pueden encontrar en muchas instalaciones médicas desde hace tiempo. Como resultado, esta pseudo-realidad imaginada puede ser tan convincente que puede llegar a tener efectos inesperados en el cuerpo físico.Įn la década de los 80 se pensaba que el futuro de la informática (y prácticamente todo lo demás) residía en la realidad virtual. Cuando formamos un modelo coherente del mundo a menudo se basa en componentes imaginarios. Las ilusiones ópticas, los sueños, las alucinaciones, los estados de conciencia alterados y el efecto placebo son sólo un puñado de casos familiares donde lo que el cerebro percibe no corresponde a lo que realmente está ocurriendo. Eso no quita que el cerebro humano siga siendo relativamente fácil de engañar. De hecho, los antepasados de los seres humanos modernos evitaron ser devorados por otras criaturas antes de procrear. Si nos fijamos atrás en el tiempo, este sistema neurológico ha hecho un trabajo bastante bueno a la hora de modelar el mundo. Es entonces cuando aparece el trabajo de las neuronas para interpretar rápidamente estas señales de la mejor forma posible para luego sugerir cómo reaccionar. Todo lo que el cerebro tiene que trabajar son una serie de impulsos eléctricos entrantes e imperfectos que anuncian que las cosas están ocurriendo.
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